lunes, septiembre 10

Gritar en silencio

Brajot 24a - 24b

¿Les pasó alguna vez de ser testigos de una discusión en la que lo que se empieza a elevar no es la capacidad de argumentación de los participantes sino el tono de voz del intercambio?

En estas situaciones, resulta bastante sencillo reconocer el punto en el que ya no importa quién es el más articulado, o cuál de los dos tiene los argumentos más sólidos a su favor. Es entonces que el debate pierde todo sentido: Empezamos a creer que el que grita más será el que a la postre venza en la contienda. Sin embargo, no necesitamos más que tomar algo de perspectiva para recordar la famosa frase que dice: "No por gritar más fuerte significa que tienes más razón."


A veces, el acto de gritar lo único que pone de manifiesto es nuestra inseguridad frente a lo que tratamos de defender. Como sabemos que tenemos pocos puntos fuertes para articular nuestra posición, intentamos cubrir esas falencias con el tono de voz o la postura que adoptamos. Esto también incluye, por ejemplo, dejar de defender nuestra postura para dedicarnos a atacar la postura contraria. [Nota: cualquier relación con lo que pueda ocurrir con candidatos politicos en tiempos de campaña electoral no debe ser pura coincidencia.]

En este contexto creo que es interesante leer lo que el Talmud tiene para contarnos hoy sobre la plegaria. En la hoja del día podemos leer: "Aquel que hace oir su voz al rezar es de los que tiene poca fe; aquel que alza su voz en la plegaria es como los profetas mentirosos."

Rezar en voz alta, comenta Rashi, es un acto que deja traslucir nuestra poca fe en que Ds pueda oir nuestras plegarias si las decimos en voz baja. En consecuencia, rezar a los gritos no sólo no fortalecería nuestro espíritu sino que nos expondría frente al que dirán potencial de aquellos que no creen en lo importante de entrenarnos en la oración, la alabanza y por sobretodo el agradecimiento frente a los milagros de la vida cotidiana que nos rodean y acompañan.

Es también por esta razón que el Talmud define a quien reza alzando su voz como un profeta mentiroso, ya que de acuerdo a lo relatado en el primer libro de los Reyes, cuando los 400 profetas de Baal vieron que su deidad no les correspondía en el llamado, empezaron a gritar desesperados, algo que llevó al profeta Elías a proferir uno de los versículos más irónicos e lacerantes de todo el texto bíblico: "Gritad con voz más fuerte, porque es un dios que quizá esté meditando, o tenga algún trabajo, o se haya ido de viaje. ¡Tal vez esté durmiendoy haya que despertarlo!" (I Re. 18:27).


No por gritar más fuerte tendremos más razón, no por orar más alto Ds escuchará nuestras plegarias y no por elevar la voz al rezar lograremos fortalecernos en la fe. La fe no se defiende ni se sostiene a los gritos. Y por ello, la plegaria a la que aspiramos es aquella que se construye gritando en silencio.

Gritar en silencio no busca discutir en la desesperación de no saber de dónde aferrarnos. Por el contrario, al gritar en silencio buscamos movilizar nuestros corazones de igual manera que nuestro cuerpo vibra cuando escuchamos música a todo volumen. Y mientras gritamos en silencio no sólo fortalecemos la relación que nos une a Ds sino que nos inspiramos desde la profundidad de nuestro ser para vivir vidas de bondad junto a nuestros semejantes y seres queridos.

1 comentario:

  1. Excelente entrada del blog, da para la reflexión más allá de la creencia de cada uno.
    Gracias
    Lili

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