martes, enero 29

Imitatio Dei

Shabat 130a - 137b

Según cuenta el texto bíblico, lo primero que hizo el pueblo de Israel al cruzar el Mar Rojo y finalmente sentirse librados de la mano opresora del Faraón fue cantar. Dicho canto - conocido en la tradición judía como Shirat haIam, la canción del mar - reflejaba la sensación de júbilo y alivio después de tantos años de esclavitud. Al parecer, la manera más pura de expresar dichos sentimientos fue elevando la voz en canción, contagiándose mutuamente la melodía de la libertad.


Tan fundamental es la música para el pueblo judío que esta poesía bíblica es recitada todos los días en la plegaria matutina. Tan importante es la canción para la tradición de Israel que cada mañana, durante la primera parte de la plegaria, nos dedicamos a cantar alabanzas a Ds, entrenando el espíritu para que se eleve en oración.

Una de las características clásicas de las poesías que aparecen en la Biblia es su lenguaje arcaico. Debido a su construcción lírica, los poemas conservan formas antiguas que dejaron de ser utilizadas al escribir prosa. En consecuencia, las poesías suelen ser testimonio de usos antiquísimos del lenguaje, algo que a su vez trae aparejado la utilización de palabras que no son tan fáciles de entender.

Que determinadas expresiones sean poco claras puede ser un problema pero también puede ser una oportunidad: Aquello que a priori se presenta inentendible puede transformarse en el trampolín hacia la interpretación y hacia el descubrimiento de múltiples capas de sentido escondidas en el texto.


Por ejemplo: Al comienzo de Shirat haIam (Éx. 15:2), leemos que el pueblo de Israel dice: "Este es mi Ds, a quien yo alabaré."  Sin embargo, lo que se traduce como "alabaré" no es tan evidente. De hecho, la palabra hebrea אנוהו (anveu) les abre el espacio a los sabios del Talmud para decir lo siguiente:

(1) Anveu puede tener que ver con la palabra hebrea Noi, que significa belleza. Por lo tanto: "Embellécete delante de Él a través de los preceptos: Haz delante de Él una bella Suca y ten un bello Lulav, un lindo Shofar, un lindo Talit, una linda Tora..."

(2) Por otro lado, de la palabra Anveu se pueden desprender las palabras Ani veHu (Yo y Él). Es decir: "Sé parecido a Él: Así como Él es magno y misericordioso, tú también debes ser magno y misericordioso."

Ambas interpretaciones talmúdicas pueden complementarse. De alguna manera, los sabios nos enseñan que la verdadera alabanza a Ds tiene dos partes: Por un lado, se trata de cumplir con los mandamientos con alegría, embelleciendo las acciones que realizamos. En contraposición a la postura de quien siempre busca hacer el mínimo esfuerzo necesario para pasar el examen, aquí se intenta promover una estructura en la cual el pueblo se siente orgulloso y feliz por la posibilidad de adoptar determinadas prácticas que fortalecen su vínculo con Ds.

Asimismo, alabar también es imitar: Los judíos tenemos un Ds que no se ve y cuyo nombre es impronunciable. Por tanto, la forma que tenemos de hacerlo presente en nuestras vidas tiene que ver con nuestra capacidad de emular Sus obras: Así como Él es misericordioso, nosotros debemos ser misericordiosos; así como Él viste a los desnudos (Adán y Eva), visita a los enfermos (Abraham luego de su Brit Mila) y entierra a los muertos (Moshe), nosotros tenemos que hacer lo mismo, preocupándonos por socorrer y ayudar a quienes menos tienen y más necesitan. De aquí, entonces, que en la tradición judía creamos en un Ds lleno de Pathos. De aquí, entonces, que nosotros tengamos como meta principal desarrollar la empatía por nuestros semejantes, ya que de esa manera no sólo redimimos a la humanidad, sino que también alabamos en la acción a quien hace muchos millones de años habló, y el mundo fue llamado a la existencia.

¡HADRAN ALAJ RABI ELIEZER DEMILA!
¡VOLVEREMOS A TI RABI ELIEZER DEMILA!

miércoles, enero 23

Responsables por nuestra salud

Shabat 128a - 129b

Una de las prácticas médicas de la antigüedad consistía en las llamadas sangrías: A partir de la utilización de diversos métodos (cortes en la piel, uso de sanguijuelas, etc.) se intentaban curar algunas dolencias que, según se creía, estaban relacionadas con el flujo y la presión de la sangre.


También el Talmud dedica algunas reflexiones a esta práctica, entre las que se cuenta no ponerse de pie inmediatamente después de haberse realizado la sangría, comer bien durante el día de la extracción y tomar algo de sol durante esa jornada.

Así como ocurre en nuestros días, también en aquel entonces había gente que hacía caso de las recomendaciones médicas y gente que no. En ese contexto, el Talmud nos enseña que cuando Ds ve a una persona que maltrata su propia salud, exclama: "Si él no se cuida, ¿Yo habré de cuidarlo?"

De acuerdo con este texto, el judaísmo no cree en Ds en tanto la personificación de un seguro de vida para sus creyentes. Todo aquel que no cuida su salud, que maltrata su cuerpo y que no se hace cargo de sus decisiones deberá cargar con las consecuencias. Independientemente de si se cree un hombre piadoso o un devoto sin igual. De hecho, el mensaje que el Talmud parecería querer confiarnos es que no hay posibilidad de ser un verdadero devoto si uno no se cuida a sí mismo.


Varios siglos después de que el Talmud fue editado, el sabio judeo-español Maimónides (que además de filósofo y jurista era médico) escribió en su Guía de los Perplejos que la mayor fuente de males que caen sobre la especie humana gira alrededor del maltrato que nos hacemos a nosotros mismos al caer en vicios y excesos: Cuando comemos de más, cuando bebemos de más, cuando trabajamos de más, cuando no descansamos lo suficiente, cuando no escuchamos las alertas que nos da el propio cuerpo.

Hay situaciones límite en donde nuestros seres queridos pueden salir al rescate y darnos una mano. Puede que si nosotros nos resistimos a reconocer que nos estamos acercando peligrosamente al abismo más de uno nos intente ayudar. Pero mientras no seamos capaces de hacernos responsables del camino que vamos forjando con nuestras decisiones, nadie podrá evitar que toquemos fondo.

La buena noticia es que, en gran medida, la solución radica en animarnos a elegir diferente. Puede que no sea fácil, puede que requiera de mucho esfuerzo y voluntad, pero siempre es posible modificar el rumbo para bien. En el judaísmo, la creencia fundamental es que en lo profundo de nuestro ser siempre sabemos cuál es la mejor decisión que tenemos a la mano. En consecuencia, sólo es cuestión de animarnos a cambiar. Porque así como cuando no nos cuidamos, difícilmente alguien pueda hacerlo por nosotros, una vez que tomamos la decisión correcta, no faltarán manos y corazones que nos animen y contengan a lo largo del camino.


¡HADRAN ALAJ MEFANIN!
¡VOLVEREMOS A TI MEFANIN!

martes, enero 22

Invitados

Shabat 126b - 127b

Aun cuando en el judaísmo no existe un "ranking de mitzvot," una lista de prioridades a la hora de cumplir con los preceptos, de tanto en tanto podemos encontrarnos con textos que dan cuenta de que los sabios apreciaban especialmente algunas prácticas específicas de nuestra tradición.

Quizá, su insistencia en algunos de estos mandamientos tuviera que ver con el hecho de que el pueblo no era muy adepto a ellos, o tal vez entendían que de alguna manera estos preceptos en particular podían abrir la puerta de la sensibilidad personal hacia la expansión de la propia conciencia, y consecuentemente de un cumplimiento más profundo y espiritual del sistema en su conjunto. De una u otra forma, cuando los sabios empiezan a reflexionar sobre estas mitzvot en particular llegan a decir cosas sumamente bellas, como las que en esta oportunidad comparto sobre el precepto de "ajnasat orjim," de abrir nuestras casas para recibir invitados.

En primera instancia, Rabi Iojanan nos dice: "Es más importante ajnasat orjim que levantarse temprano para ir a estudiar."

En la comparación entre preceptos, hoy seguramente nos parecería obvio que es más importante recibir y atender a invitados que ponernos a estudiar. Pero recuerden que el Talmud fue escrito por gente cuya pasión principal era la del estudio. Si ellos mismos nos recuerdan que hay cosas más importantes que ir a estudiar, no hay que tomar estas palabras a la ligera.

Igualmente, se trata solamente de una primera (y tibia) aproximación, ya que dos líneas más tarde, en nombre de Rav se nos dice: "Es más importante ajnasat orjim que ir a recibir la Presencia Divina."

En esta segunda instancia, ya no hablamos de estudio sino que involucramos a Ds. Atender a quienes llegan a nuestra puerta es mucho más importante para Rav que recibir al mismísimo Ds. De alguna manera, y parafraseando al filósofo Emmanuel Levinas, lo que el Talmud nos estaría queriendo decir es que si no tenemos la sensibilidad de abrazar al otro (con minúscula) difícilmente podamos desarrollar la capacidad de conectarnos con el Otro (con mayúscula). Todo acceso a quien es - en palabras de Rudolph Otto - "lo totalmente distinto" debe ser mediatizado por la apertura de nuestras casas y corazones hacia nuestros semejantes. Sólo entonces es que podemos salir al encuentro de lo Trascendente.

Por último, nos encontramos nuevamente con Rabi Iojanan que cierra estas reflexiones sumando nuevos preceptos que vale la pena recuperar y cumplir:

"De seis cosas (mitzvot) el hombre come sus frutos en este mundo y es recompensado de igual manera en el mundo por venir. Y estas son:
- Ajnasat Orjim
- Visitar a los enfermos
- Rezar con conocimiento
- Ir a estudiar
- Criar a los hijos para que estudien Tora
- Juzgar al prójimo favorablemente."

Podemos dividir estos seis mandamientos de la siguiente manera:

Hay dos que manifiestan nuestra relación con Ds: Al rezar le hablamos a Ds; al estudiar Tora escuchamos de alguna manera Su voz, o bien la forma en la que nuestra tradición decidió decodificarla.

Otros tres nos plantean la centralidad de la relación con el prójimo, haciendo hincapié en la vulnerabilidad del otro: visitamos a los enfermos, cobijamos a quienes llegan a nuestras puertas y juzgamos a nuestros semejantes con misericordia y siempre a partir de la presunción de inocencia.

Por último, criar a los hijos para una vida de Tora es, de alguna manera, la síntesis de todo lo anterior: Somos llamados a nutrir a nuestros hijos con valores y prácticas que los hagan crecer para que sepan conectarse tanto con Ds como con sus compañeros. Es en esa unidad entre el Otro y los otros, entre la praxis y el estudio, entre lo moral y lo ritual que ya no solamente estudiamos Tora sino que nos volvemos Tora.

Así que ya saben: Si los 613 preceptos del judaísmo les parecen por ahora demasiada carga, quedan invitados a empezar con estos seis... luego me cuentan a ver cómo les fue, ¿no? :)

jueves, enero 17

Moralejas inesperadas

Shabat 116a - 122b

Leyendo el Talmud esta mañana me encontré con uno de esos relatos que - al menos en ciertos sectores del pueblo judío - se utilizan para reforzar la centralidad de cumplir con determinada práctica religiosa, en este caso Shabat.

La historia dice lo siguiente:

"Iosef era muy respetuoso del Shabat.
Aconteció una vez que en su barrio vivía un gentil extremadamente rico.
Le dijeron los astrólogos [al gentil]: Todas tus propiedades caerán en manos de Iosef, el que respeta el Shabat.
Fue [el gentil] y vendió todas sus propiedades. Compró [con el dinero percibido] una perla preciosa, y la puso [en su cabeza] bajo el sombrero.
Cuando se dispuso a atravesar el río, sopló el viento, se llevó [su sombrero], cayó al agua y se tragó un pez [la perla].
Ocurrió que pescaron a ese pez y lo trajeron [al mercado] en la víspera del Shabat.
Dijeron [los pescadores]: ¿Quién va a comprar [un pescado] a estas horas?
Les respondieron: Vayan a ver a Iosef, el que respeta el Shabat, quien suele comprar.
Le llevaron [el pescado] y lo compró.
Al abrirlo, encontró la perla. La vendió por trece recipientes llenos de monedas de oro.
Se lo encontró un anciano y dijo: Quien le presta al Shabat, el Shabat se lo paga con creces."


Se pueden hacer múltiples usos de este relato (como casi de cualquier relato):

Hay quien puede decir que el cumplimiento de ciertos preceptos es garantía de que nunca nos va a faltar dinero, y que incluso - como aparece en boca del anciano al final - aquel que invierte en el Shabat verá que se trata de una inversión que excede por mucho el retorno de, digamos, abrir una caja de ahorro en el banco.

Otros pueden intentar disociar el tema del premio económico del cumplimiento de ciertos mandamientos y usar la historia para reforzar la actitud positiva de Iosef, quien incluso en la víspera de Shabat ayudó a unos pescadores a vender su mercancía. Los pescadores se fueron felices y Iosef fue feliz, no por la perla, sino por el hecho de haber contribuido a embellecer la mesa de Shabat con un nuevo platillo. En esta segunda lectura, lo que importa no es tanto la perla, sino la búsqueda de hacer de Shabat un día especial.

La tercera y última aproximación a esta historia gira alrededor de lo que yo llamaría moralejas inesperadas. Es decir, aquellos mensajes que seguramente no fueron la razón originaria del relato, pero que no dejan de enseñarnos algunas cosas importantes en nuestros días. ¿Cuáles son estas moralejas? Para mí se trata principalmente de dos:
(1) No tomes como oráculo las palabras de aquellos que buscan respuestas en las estrellas;
(2) En momentos de incertidumbre económica no concentres tu capital en una sola inversión.

A fin de cuentas, las moralejas son como las perlas: Hay que encontrarlas en donde nadie las busca :)




¡HADRAN ALAJ KOL KITVEI!
¡VOLVEREMOS A TI KOL KITVEI!


PD: Entre las páginas 122b y 126b se extiende el 17mo capítulo de Shabat, del cual por desgracia no encontré nada que escribir. Con más razón aun es que hay que decir la frase que se lee al final de cada capítulo del Talmud:

¡HADRAN ALAJ KOL HAKELIM!
¡VOLVEREMOS A TI KOL HAKELIM!

martes, enero 15

Dosificar el malestar

Shabat 115a - 116a

En su libro The Upside of Irrationality, el economista Dan Ariely escribe un capítulo dedicado a nuestra capacidad de adaptación frente a situaciones difíciles. Allí, por ejemplo, nos relata qué es lo que nos pasa cuando estamos en una habitación en la que nos empiezan a aturdir con un ruido muy molesto: ¿preferimos tomarnos un respiro y dosificar la dosis de decibeles o es mejor aguantarnos la incomodidad auditiva en un sólo pago?

La respuesta de Ariely es clara: "Tú puedes creer que tomar un recreo durante una experiencia molesta o aburrida puede ser bueno para ti, pero en realidad dicho recreo disminuye tu capacidad de adaptación, haciendo que la experiencia parezca peor al momento de volver a ella. Al limpiar tu habitación o preparar tus impuestos, el truco es aferrarte a eso hasta que termines" (p. 179).


El Talmud, en contraposición, plantea lo que parecería la visión intuitiva en términos de la dosificación del malestar. Y, para hacerlo, se basa en una "anomalía gráfica" que presenta la escritura tradicional del texto de la Tora. Si abren el Pentateuco en el décimo capítulo del libro de Números, se encontrarán con los siguientes dos versículos:


Lo raro de estos dos versículos, como pueden ver en la imagen, es que están precedidos y continuados por dos corchetes. Tratándose de un texto que no usa signos de puntuación de ningún tipo, el hecho de contar con estos grafos encendió la imaginación de nuestros sabios.

Por un lado, el Talmud nos dice que todo libro que tenga al menos 85 letras (cuenten las letras entre los dos corchetes) debe ser salvado durante Shabat si se sucediera un incendio. De aquí que los corchetes nos enseñan que esos dos versículos comprenden un libro entero, razón por la cual no tenemos un Pentateuco sino un "Heptateuco."

Por el otro, los sabios nos cuentan que los corchetes vienen a indicarnos que estos versículos están mal ubicados y que su tema principal - los movimientos del campamento de Israel en tiempos de su errar por el desierto - no tiene absolutamente nada que ver con aquello que se discute en esta parte del libro. Entonces... ¿por qué la Tora pone este pasaje aquí y no en donde corresponde? Responde el Talmud: "Para separar entre la primera desgracia de la segunda desgracia."


De acuerdo a la lógica talmúdica, estos dos versículos vienen a frenar una seguidilla de episodios nefastos por los que pasó el pueblo de Israel. Por tanto, y a fin de no abrumar al lector del texto con tantas pálidas, el redactor del Pentateuco incorporó estos 85 caracteres con la intención de hacer una pequeña pausa, dosificando de esta forma el malestar que podría causar leer sobre una calamidad tras otra.

Aprender a lidiar con las situaciones que nos incomodan no es una tarea fácil. Tal vez en lo que refiere al sonido de una aspiradora Dan Ariely tenga razón. Pero ¿qué pasa cuando hay que dar malas noticias? ¿qué debemos hacer cuando tenemos que volvernos capitales de barcos en tiempos de tormentas? Mientras que no sé con certeza cuál es la respuesta correcta, al menos comparto con ustedes dos acercamientos diferentes, abriendo el espacio para dialogar juntos al respecto.

¿Qué opinan?

domingo, enero 13

No seamos burros

Shabat 111b - 115a

Nadie puede darse a la tarea de construir su propia identidad desentendiéndose del pasado. Aquello que pasó, aquella selección que hagamos de lo que en algún momento aconteció, es indispensable para configurar la forma en la que nos paramos en el mundo y lo aprehendemos. El pasado, de esta manera, conforma la base sobre la que vamos armando nuestro ser.


Sin embargo, hacer uso del pasado como andamio para darle sentido al ser no debe ser confundido con quedar presos de lo que alguna vez fue. Honrar a las generaciones de antaño no significa dejarnos esclavizar por ellas, ni tampoco exige que caigamos en la falacia que nos intenta convencer de que todo tiempo pasado fue mejor.

No faltan oportunidades para escuchar a gente que está convencida que antes la vida era mejor: Menos inseguridad, más cohesión familiar, valores más sólidos, etc. etc. etc... Incluso algunas de las voces del Talmud parecerían adherir a esta doctrina. En nombre de Rabi Zeira, por ejemplo, leemos la siguiente declaración:

"Si las primeras generaciones eran hijos de ángeles, nosotros somos hijos de hombres; y si ellos eran hombres nosotros somos burros, y ni siquiera como el burro de Rabi Janina ben Dosa o el de Rabi Pinjas ben Iair sino burros comunes y corrientes."


En el contexto talmúdico existe - en parte de los sabios - la idea de que las generaciones pasadas fueron más elevadas que la nuestra, y que no hay remedio más que el de seguir descendiendo en una suerte de involución de la especie humana. Parte del racional gira en el hecho de que cuanto más atrás nos vamos en el tiempo, más cercanos estamos a la generación de Moshe y de la entrega de la Tora. Por tanto, si ellos eran gigantes, nosotros somos enanos; si ellos eran hombres, nosotros somos burros  del montón.

A mi, particularmente, no me gusta esta postura. Creo que es importante que podamos ser humildes y reconocer que tal vez no tengamos todas las respuestas. En ese sentido puede ser saludable mirar a las generaciones que nos anteceden con respeto y admiración. Pero, como dije al principio, celebrar el pasado y aprender de él no puede significar una vida subyugada a lo que ya pasó y tampoco puede encerrarnos en la idea equivocada de que el pasado es infalible y que nosotros somos ontológicamente inferiores a nuestros predecesores.

Cada generación tiene sus pros y sus contras. Aun así, en lugar de involucionar, el mundo siempre se encuentra mejorando, y nosotros como seres humanos somos responsables de hacer el mejor uso posible de esos avances para el bien de todo el planeta. Tal es así que mientras nuestras nuevas capacidades pueden ayudarnos a redimir el mundo recuperando los equilibrios perdidos también pueden llevarnos a la extinción. Y quizá, aquello que incline la balanza radique en cómo nos posicionamos frente a nuestras facultades: No creernos dueños del universo ni tampoco burros incompetentes, sino seres humanos con el potencial de hacer de este mundo, un mundo mejor.

¡HADRAN ALAJ VEELU KSHARIM!
¡VOLVEREMOS A TI VEELU KSHARIM!

viernes, enero 11

Anatomía de la trascendencia

Shabat 107a - 111b

El capitulo catorce del tratado de Shabat me sorprendió. Por momentos parece que se trata de un libro de recetas caseras para paliar toda clase de malestares físicos: Qué hacer cuando tomamos veneno, cómo lidiar con la picadura de un escorpión o cuál es la mejor manera de deshacernos de una serpiente que no deja de perseguirnos.


Más sorprendente aun, por ejemplo, son los consejos de algunos rabinos en relación a la ingesta de orina como remedio para determinadas dolencias (nada que hacer... eso también es parte del Talmud, y me sentiría en falta conmigo mismo si no hiciera al menos una somera mención de estas excentricidades que pintan el folclor de tiempos pasados).

De cualquier manera, en esta oportunidad prefiero dedicarme a unas líneas del texto que hablan sobre la circuncisión en general, y sobre las razones por las cuales la ley judía decidió que el corte se realice en el prepucio y no en otro lugar. ¿No habría sido más fácil cortar una uña? O, mejor todavía: ¿Por qué no nos contentábamos con la exigencia bíblica de circuncidar [simbólicamente (!!!)] el "prepucio de nuestros corazones" (cf. Dt. 10:16)?


La respuesta talmúdica parte de un versículo relacionado al trabajo de la tierra: "Cuando entren a la tierra [de Israel] y planten toda clase de árboles, considerarán como incircunciso lo primero de su fruto. Tres años será incircunciso: su fruto no se comerá" (Lv. 19:23).

Nuestros sabios parten de la premisa de que ninguna palabra en la Tora es fortuita. Nada está librado al azar. Y, por lo tanto, si el texto que habla de árboles menciona la palabra incircunciso, seguramente algo nos estará queriendo enseñar sobre el Brit Mila, sobre el ritual de la circuncisión por el que pasa todo niño judío a los ocho días de nacer. En consecuencia, dice el Talmud: "Así como en el caso [de los árboles] se habla de algo que da frutos, aquí [en la circuncisión] se marca el lugar que genera frutos."


La razón por la que en el judaísmo se corta el prepucio, por tanto, tiene que ver con la trascendencia y la continuidad. Marcamos el lugar que hace posible la gestación de una nueva generación, de un nuevo eslabón en la cadena. Es por ello que en la ceremonia de Brit Mila, cuando damos la bienvenida al pueblo de Israel a un nuevo niño, no solamente marcamos su órgano sexual - símbolo del futuro - si no que también le otorgamos en ese momento su nombre hebreo, el cual siempre estará compuesto por su propio nombre y por el nombre de su padre. Pasado, presente y futuro, en consecuencia, se unen en ese rito de pasaje, con la esperanza de que el niño crezca en una vida de bondad, de amor y de buenas acciones, transformándose en un hombre de bien que pueda trascender a partir de trabajar en pos de sus propios frutos y continuadores.

¡HADRAN ALAJ SHMONA SHRATZIM!
¡VOLVEREMOS A TI SHMONA SHRATZIM!

martes, enero 8

Ojo con el enojo

Shabat 105a - 107a

Para los sabios del Talmud, el hombre vive bajo la permanente tensión de dos fuerzas básicas que anidan en él: El Ietzer haTov, o la inclinación hacia el bien, y el Ietzer haRa, o la inclinación hacia el mal. Ambas fuerzas son necesarias para la existencia, y por eso una de nuestras tareas principales como seres humanos radica en aprender a regular, controlar y canalizar estas energías.


Presten atención: El ideal judío no busca extirpar la inclinación hacia el mal. Esta pulsión es absolutamente necesaria para nuestra existencia. Sin el Ietzer haRa no buscaríamos la intimidad sexual o no lucharíamos con pasión por las causas que creemos justas. El punto aquí, entonces, no es aspirar a una existencia despojada de esta fuerza básica. El desafío, por el contrario, es aprender a conocer nuestros instintos, trabajando con constancia por lograr que no se desborden y nos esclavicen.

Justamente sobre este tema gira la reflexión talmúdica del día, la cual se concentra específicamente en aquella persona que rasga sus vestiduras porque está enojado, a sabiendas de que disfruta de ese acto:

"Aquel que rompe sus vestimentas con enojo y aquel que rompe utensilios con enojo y aquel que lanza monedas con enojo debe ser considerado en tus ojos como quien hace idolatría, ya que este es el procedimiento artesanal del Ietzer haRa: Hoy te dice: "Haz esto," mañana te dice: "Haz aquello," hasta que te dice: "Ahora vuélvete idólatra," y la persona va y lo hace."


El enojo, fuerza básica que responde al Ietzer haRa, puede tornarse en el camino que termina por volvernos esclavos de nuestras pasiones. Cuando damos rienda suelta a nuestra ira, nos volvemos vulnerables a terminar haciendo toda clase de otras cosas perjudiciales para nosotros mismos (en el caso de la retórica talmúdica: ser idólatras). Y por tanto, el Talmud nos advierte y nos recuerda: Antes de volvernos autómatas de nuestros instintos, mejor es reconocerlos, canalizarlos y hacer lo humanamente posible por controlarlos.

Así que ya saben... la próxima vez que quieran tirar un cenicero contra la pared, golpear una puerta con los nudillos o arrancarse los pelos hasta que duela, piénsenlo dos veces, cuenten hasta diez, y busquen otras formas de lidiar con aquello que los frustra!

¡HADRAN ALAJ HAOREG!
¡VOLVEREMOS A TI HAOREG!

domingo, enero 6

Hebreo básico

Shabat 102b - 105a

Hace unos días escribía un tuit recordando el aniversario del nacimiento de Eliezer Ben Yehuda, gran responsable del renacimiento del hebreo en nuestros tiempos. El hecho de haber reactivado una lengua que estaba dedicada principalmente al mundo de la liturgia y el estudio de textos judíos clásicos no puede ser tomado a la ligera: Es sumamente complicado convencer a un número importante de personas para que comiencen a lenguajear en un idioma con el que no han nacido, cuando bien podrían entenderse en un dialecto que ya comparten. No es casual, por tanto, que no haya demasiados casos exitosos de lenguas semi-muertas revividas.

Por esas casualidades de la vida, en la página del Talmud que leí esta mañana, me encontré con algunas reflexiones de nuestros sabios en relación al alfabeto hebreo. El marco de la discusión remite a la prohibición de escribir (o borrar) durante Shabat, pero a partir de la magia de la asociación libre, el texto comienza a meditar sobre las letras hebreas y sobre el orden del alfabeto: Nada, absolutamente nada, puede quedar librado al azar. En consecuencia, la forma de los caracteres y su lugar en el abecedario no es fortuito.

Antes de continuar, se hace necesario que le den un vistazo al Alef-Bet, el alfabeto hebreo (recuerden que, a diferencia del español, aquí vamos de derecha a izquierda):


Ahora que ya vieron las letras, podemos pasar a la reflexión que hace el Talmud en relación a la Verdad y a la Mentira. En hebreo, verdad se dice "emet" (אמת), mientras que mentira se dice "sheker" (שקר). Ambas palabras tienen tres letras (lección extra: en hebreo las vocales no se escriben), de forma tal que los sabios talmúdicos aprovechan para hacer paralelismos de diversa índole, buscando ahondar en niveles que trascienden lo lineal, invitándonos a complementar la tendencia racionalista con otra clase de entendimiento.

El Talmud se pregunta: "¿Cuál es el sentido de que las letras de mentira (Sheker) estén todas juntas mientras que las letras de verdad (Emet) están todas alejadas?"
Y responde: "[Esto nos enseña que] la mentira es algo cotidiano mientras que la verdad no lo es."

Si prestaron atención, la palabra Sheker se compone con tres de las últimas cuatro letras del abecedario, mientras que Emet usa la primera letra, la última letra y una letra que se ubica en la mitad del alfabeto. Por tanto, así como las letras de la mentira se encuentran con facilidad unas con otras, lo mismo parecería ocurrir con la cotidianidad de la falsedad en este mundo. Por el contrario, el hecho de que las letras de la verdad estén dispersas a lo largo de todo el abecedario parecería indicarnos que vivimos en un mundo poco proclive a los tratos honestos entre las personas.

Pero aquí no termina la historia. Porque el Talmud continua preguntando: "¿Por qué las letras de mentira (Sheker) se sostienen en una sola pata mientras que las letras de verdad (Emet) hacen uso de una estructura alargada como los ladrillos?"
Y responde: "Porque la verdad se sostiene, mientras que la mentira no."

Como dijimos antes, nuestros sabios no sólo aprenden de la ubicación de las letras sino también de sus formas. En este sentido, se puede apreciar que las tres letras de sheker  (שקר) tienen un sólo punto de apoyo, mientras que las letras de emet (אמת) tienen dos. Y, por tanto, en lugar del dicho que nos enseña que la mentira tiene patas cortas, al menos en hebreo parecería que el principio rector es que la mentira es como una silla con una sola pata, destinada a perder pronto el equilibrio y caer por tierra.

No está mal como primera aproximación al hebreo, ¿no? :)

¡HADRAN ALAJ HABONE!
¡VOLVEREMOS A TI HABONE!

miércoles, enero 2

El periodista y sus límites

Shabat 96a - 102a

Entre las múltiples tareas que llevaron adelante los sabios talmúdicos, creo que no debemos dejar afuera el rol de periodistas de investigación: En su afán de interpretar el texto bíblico en sus múltiples niveles, los rabinos buscaron develar los misterios contenidos en la Tora.


El Pentateuco está lleno de silencios, rebosante de huecos que esperan ser rellenados con historias y relatos. Y, de alguna manera, los sabios del Talmud dedicaron parte de su tiempo a esta tarea, regalándonos algunas perlas maravillosas y mucho material para que el texto bíblico no pierda relevancia.

Sin embargo, así como ocurre con el periodismo, la función interpretativa tiene sus límites. No todo es válido a la hora de conseguir la primicia, y a veces nos encontramos con que hay noticias que no tienen por qué salir a la luz. Cuando el acto de informar atenta contra la dignidad humana y no agrega nada sustancial a quien está siendo informado, mejor es callar. Al menos ese es el mensaje primordial que encierra el pasaje talmúdico de la jornada, pasaje que gira alrededor de la identidad de un condenado a muerte en los tiempos del deambular de Israel por el desierto...

Si abren en el cuarto libro de la Tora - llamado Números - podrán encontrarse con la siguiente historia:

"Cuando los hijos de Israel estaban en el desierto, hallaron a un hombre que recogía leña en Shabat. Los que lo hallaron recogiendo leña lo llevaron ante Moshe, Aarón y toda la congregación. Lo pusieron en la cárcel porque no estaba determinado qué se le había de hacer. Entonces Ad-nai dijo a Moshe: Irremisiblemente ese hombre debe morir: que lo apedree toda la congregación fuera del campamento. La congregación lo sacó fuera del campamento y lo apedrearon hasta que murió, como Ad-nai había mandado a Moshe." (15:32-36)


El relato nos presenta a un hombre que infringe las prohibiciones de Shabat cuando todavía no está muy claro cuál debe ser el castigo por ello. Frente a la falta de legislación, el pueblo recurre a Ds, quien dictará sentencia condenando al acusado a la pena capital. De ahora en más, todo el pueblo sabrá a qué atenerse si durante Shabat comienzan a recoger leña.

Ahora bien... la historia no nos dice quién fue este hombre. ¿Cuál era su nombre? ¿Era famoso? Mientras que la Tora parece querer evitar el morbo propio de exponer al transgresor (y con ello a su familia), en el Talmud nos encontramos con un sabio que no se pudo aguantar las ganas de hurgar con toda la seriedad del asunto sobre la identidad del pecador. Nos encontramos con un gran periodista que se olvidó ciertos límites, generando de esta manera una situación incómoda:

"El hombre que recogía leña era Tzelofjad, ya que está escrito: "Cuando los hijos de Israel estaban en el desierto, hallaron a un hombre" (Nm. 15:32), y luego dice: "Nuestro padre murió en el desierto" (27:3). Así como aquí se habla de Tzelofjad, allí se habla de Tzelofjad. Estas son las palabras de Rabi Akiva.
Le dijo Rabi Iehuda ben Betera: Akiva, tanto si estás en lo cierto como si no, tendrás en un futuro que rendir cuentas por lo que has dicho. Si estás en lo cierto, la Tora lo ocultó y tú lo revelas. Si estás equivocado, estás difamando a aquel justo."

Rabi Akiva hace uso de las herramientas interpretativas para identificar al transgresor. Como en dos versículos aparentemente desconectados se utiliza la expresión "en el desierto" en relación a la muerte de un hombre, de seguro se trata de la misma persona. Por tanto, el periodista talmúdico sale a contarnos con bombos y platillos la primicia: El leñador apedreado no es ni más ni menos que don Tzelofjad, el padre de las cinco mujeres (cf. Nm. 27).

En este contexto, Rabi Iehuda actúa como la voz de la conciencia, poniendo de manifiesto el error de Akiva, quien en aras de la portada olvida la dignidad del transgresor. Incluso si Rabi Akiva está en lo correcto, aun si tiene razón, Rabi Iehuda lo reprende al recordarle que no por nada la Tora decidió mantener el anonimato de quien fue castigado con la pena de muerte.

Muchos años después, en tiempos en los que los límites del periodismo parecen cada vez más difusos y que la inmediatez de lo urgente nubla los valores importantes, el Talmud nos enfrenta con una de sus grandes figuras equivocándose. De esta manera, el texto estaría diciéndonos que todos podemos caer en la tentación de ganarnos unos puntos extra exponiendo al otro o haciendo (¡paradójicamente!) leña del árbol caído. Y aun así, mientras que ninguno está exento del canto de las sirenas, todos tenemos la responsabilidad de recuperar aquellos códigos que están más allá de todo lo negociable. No sólo por el bien de un periodismo serio y respetable, sino principalmente por el bien que nos hacemos a nosotros mismos preservándonos en nuestra dignidad humana.

¡HADRAN ALAJ HAZOREK!
¡VOLVEREMOS A TI HAZOREK!